jueves, 10 de marzo de 2011

HACIENDA DE CAMPOAMOR - SSREYES (MADRID)



Hoy me voy a saltar una de las reglas que me impuse al crear este Blog: Escribir sobre un sitio al cual no he ido. Es más, ni siquiera conozco a ser humano que lo haya visitado. Supongo que será el páramo creativo por el que atravieso, o consecuencia de la polinización de las cupresáceas, o el hecho de que en mis manos cayó cierto material publicitario de cuya impresión aún no me he repuesto.

Por tanto, hoy no voy a hablar de comida. Un Blog de cocina en el que no se habla de cocina. ¿Y qué más da? ¿Acaso no tenemos políticos que no hablan de política? Bueno, la verdad es que a nuestros políticos puede resultar difícil atribuirles ciertas capacidades intelectuales primarias en el ser humano, con lo que esperar que de sus bocas salgan sonidos con una mínima dosis de coherencia puede llegar a ser una auténtica quimera. ¡¡¡No a los 110!!!

Me desvío...

Sigamos...

Decía que cayó en mis manos cierto material publicitario de cuya impresión aún no me he repuesto y al que ustedes, ávidos lectores, pueden dedicarle una concienzuda ojeada en las imágenes anexas.

Si está leyendo este párrafo, le aconsejo que previamente haya seguido las indicaciones para visionar el mencionado material publicitario de cuya impresión aún no me he repuesto, para poder facilitar la comprensión de lo que voy a exponer a continuación.

¿Qué puedo decir? ¡Vivediós que semejante estampa mi alma quiebra! Sobre faz porcina se anuncia con fanfarria, bombo, platillo, chambelán y lo que haga falta una Gran Cena de Gala de San Valentín dónde miembros de la dinastía poligonera y del calorrismo ludicofestivo nacional pueden dar rienda suelta a sus más bajos instintos a la luz de las velas de una romántica (adjetivo éste tan tergiversado y prostituido...) velada, acompañada seguramente de un insupereablemente hortera hilo musical donde se interpreta orquestalmente el tema principal de Love Story mientras se miran a los ojos y se hacen promesas de amor eterno (En España se produce un divorcio cada 4 minutos, según el Instituto de Política Familiar).

Por si esto fuera poco romántico, los comensales a tan magno evento pueden satisfacer sus ansías etilicas entregándose con desenfreno a ese portentoso invento denominado "Barra Libre", ya que no hay mejor celebración romántica que terminar la noche con la cabeza dentro del váter, ni mejor forma de decir "te quiero" que vomitar hasta el retorcimiento estomacal los aperitivos, la crema, el marisco, el lenguado, la paletilla y los postres. Supongo que el chocolate y los churros están ahí para contribuir a esta causa.

Sobre la Magnífica Orquesta, la Discoteca Móvil y la Gran Tómbola de Regalos, sólo cabe concebirlos como parte de este engendro de castañueleterismo sin par.

Pero, dando un nuevo giro de tuerca conceptual y un giro al material publicitario de cuya impresión aún no me he repuesto, nos encontramos con una mezcla de ideas que sólo puede entenderse como un triunfo del más genuino "Pop Cañí": Aquí, el artista ha sabido combinar magistralmente el romanticismo sanvalentiniano con la plasticidad y fuerza contenida en las Jornadas de la Matanza para ofrecernos una creación sin precedentes, donde el Amor y lo Porcino nos ofrecen una grácil sinfonía de chorizos, tequieros, magras, cupidos, sumarros, corazones, panceta, besos y porrones, todo, por supuesto, al ritmo de jota.

¡¡¡Gran Conceto!!! (Pepiño dixit).

Igual voy el año que viene.

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