lunes, 29 de noviembre de 2010

LA POSADA DEL MANDOBLE (CÓRDOBA)

En la sociedad postindustrial, globalizada y consumista que nos ha tocado vivir, celebraciones como la Navidad han adquirido un significado bastante ajeno a su concepto primigenio. Lo que debería ser una conmemoración del nacimiento de Cristo y su llegada a este mundo como portador de unos valores espirituales basados en el Amor desde el recogimiento familiar y la sobriedad, se ha convertido en una desenfrenada escalada de gasto compulsivo y excesos de todo tipo. Basta con salir cinco minutos a la calle en estas fechas para percibir este mal llamado "ambiente navideño" y, al menos en mi caso, estremecerse ante una orgía de mensajes comerciales envueltos en un mar de estridencia, luces, ruidos y siniestros "Santa Klaus" que te coaccionan a gastar tus últimos euros en el centro comercial de turno.

Quiso el destino reservarme, hace ya un tiempo, una forma de expiar mi particular sentimiento de culpa en tan señaladas fechas y hacer de una comida navideña un auténtico ejercicio de contrición y penitencia.

El lugar elegido para ello: la Posada del Mandoble.

Conste aquí que sobre el sitio albergábamos la sospecha de ser poseedor de las cualidades y calidades para poder aparecer en un blog como éste, ya que por su aspecto, perfil y nombre se podían intuir estos aspectos. Pero, ante la insistencia de cierto miembro del grupo de hábitos gastronómicos poco sofisticados y poco dado a dilapidar el estipendio, acabamos dando el brazo a torcer y acudimos a ser "mandobleados" o "amandoblados" Elija el lector la que prefiera, ya que ambas son igual de incorrectas e inventadas por el autor de este artículo.

Primera Estación de Penitencia. El lugar:

Es el típico restaurante pretenciosillo de barrio, que pese a abrir en 1997 quiere darse un aspecto "de solera" y se dedica a llenar sus salones con toda suerte de armaduras, espadas, blasones, alabardas y objetos del medievo que le confieren un aire absolutamente "Kirch", que no es sino un término para dulcificar lo que de toda la puta vida se he venido llamando "Hortera" . La verdad es que uno tiene la impresión de estar comiendo en mital de una tienda de "souvenirs" de Toledo. Puestos a apologetizar sobre lo "Kirch", yo añadiría unos farolillos de Fino La Ina y las infalibles muñecas vestidas de gitana sobre cada mesa. Y algún que otro toro, por supuesto.

Segunda Estación de Penitencia. El servicio:

¡Mandoblero! Unos camareros mimetizados con el sitio en cuestión, de aire totalmente cañí, dados a los excesos de confianza, el chiste fácil y una atención bastante desastrosa. He de señalar que nos hemos visto en otras peores (véanse publicaciones anteriores), pero quede para el recuerdo la falta de vasos y cubiertos, la lentitud a la hora de servir y la poca sutileza en general.

Tercera Estación de Penitencia. Humos.

Vivimos el estertor de la Era de los Fumadores, donde por fin se va a hacer respetar el derecho a respirar aire puro en locales cerrados y evitar los múltiples riesgos para la salud que implica tener que soportar las emanaciones tóxicas de un colectivo de "yonkies" que se empeñan en querer ver con normalidad una conducta adictiva y suicida.

Pues bien, si usted pertenece a este colectivo (el de los fumadores) sabrá que, a partir de 2011 no le estará permitido hacerlo en ningún restaurante y le quedará la frustración de no poder joder la comida a los demás con el hedor de su cigarrillo. Pero no se preocupe, está de enhorabuena, en La Posada del Mandoble encontrará un lugar donde poder satisfacer sus ansias de inhalación de humo y disfrutar de un ambiente irrespirable gracias a nuestras planchas de mesa para carne y la escasa capacidad de ventilación de nuestro local. Así, podrá disfrutar viendo como, esos molestos indivíduos antihumos se retuercen y caen presa de violentas colvulsiones y recordar aquellos tiempos felices en que usted, cuál gentil angel exterminador iba obsequiando con probabilidades de contracción de Cáncer al resto de los comensales.

Cuarta Estación de Penitencia. Comida.

Mi elección fue la siguiente:

De primero, una sopa castellana que me hizo llegar a la conclusión de que en la Posada del Mandoble odian decidídamente a Castilla. Con ese fin y para menoscabo de su imagen, sirven un agüilla insípida con algún trozo de jamón y algo de pan que lejos está de poder llamarse sopa. ¡Jamás tanta insustancialidad se vio reunida en un plato!¡Jamás! Cualquier sopa de sobre de las que te compras en el "super" está mejor.

Cómo segundo plato, con en el que albergaba la ilusión de poder olvidar la sopa y sobrevivir a la humareda de las planchas infernales, había elegido unas mollejas de cordero, una de mis comidas preferidas. Hasta ese día, claro. ¡Vana ilusión y funesta realidad! Al pinchar la primera de ellas un balido me sobresaltó y me ví en la disyuntiva de llamar al camarero para que las llevara de nuevo a cocina o al pastor para que las devolviera al rebaño. Opté por la primera opción (por principios, ya que como católico no me gusta la idea de pedir ayuda a un pastor) y ese día descubrí algo que jamás me habría imaginado: No domino el castellano, porque lo que yo pensaba que había pronunciado con cierta fluidez "Las mollejas están prácticamente crudas, por favor, pásenlas un poco más por la plancha" en realidad era un "Ya que he superado las naúseas que me ha dado probar las mollejas crudas, por favor, chamúsquenlas hasta la carbonización para terminar de vomitar su asquerosa comida"

Visto el éxito de los platos anteriores, me salté el postre para pedirme una infusión, no sin cierto temor a que me volvieran a sacar la sopa castellana.

El resto de comensales no corrió mejor suerte.

Como curiosidad queda el hecho de que ese día es el último que ví a al anteriormente mencionado "miembro del grupo" que había insistido para organizar la comida navideña en semejante lugar, y de eso han pasado ya tres años (supongo que alguien le asesinó y escondió su cadáver) y que ese mismo día cogí una gripe de caballo que me mantuvo en cama una semana. Todo formaba parte de un plan divino para hacerme reflexionar sobre el significado de estas Fiestas.

En definitiva, salí del Mandoble con el estómago vacío, los ojos vidriosos y un exquisito aroma a barbacoa por todo el cuerpo. Pero sobre todo, habiendo vivido una experiencia mística indescriptible.

¿Os animáis?

3 comentarios:

  1. Me hacen mucha gracia tus comentarios antitabaco, los antiguos "yonkis" sois los peores con este tema, jajaja.

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  2. Lo sé. Es la Fé del Converso. Je je.

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  3. Como consorte, doy fe del despropósito del lugar en cuestión. Por cierto, mucho cuidado con pedir lomo a la piedra, porque sólo disponen de tres mini-parrillas marca Pepe Botero!!! y como ya estén ocupadas,pues mala suerte...
    Un sitio de categoría...ínfima

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